El domingo 2 de junio de este 2024 hemos festejado a Jesús presente entre nosotros como pan y vino eucarístico. Compartimos una mirada histórica de este proceso hasta el día de hoy.
Hay tres momentos de la Pasión de Jesús que articulan la Eucaristía que comenzó en la Última Cena, siguió en la lucha del Huerto del Getzemaní y culminó en la muerte en Cruz; luego de la Resurrección y la Ascensión, las primeras comunidades siguieron el mandato de Jesús de “partir el pan” en su nombre. (Hechos 2:42).
En la Primera Carta a los Corintios, Pablo describe una eucaristía que se celebraba en una cena comunitaria, compartida en las casas.

Una vez fallecidos los apóstoles la liturgia (obra del pueblo), se desarrolló leyendo y reflexionando los escritos de los testigos oculares como Pablo.
El gran cambio que hubo con el emperador romano Constantino, en el año 313, llevó a que el cristianísimo se difundiera rápidamente, gatillando variaciones significativas en la celebración de la liturgia.
El latín se convirtió en el idioma estándar de la liturgia (384) ya que era el lenguaje común en el mundo romano.
El aumento del número de cristianos hizo que salieran de las casas. Al comienzo las asambleas se reunían en las basílicas (edificios imperiales); más tarde construyeron iglesias.

El sacrificio
El aspecto del sacrificio de la Eucaristía creció en importancia mientras que el valor de la cena se fue desvaneciendo.
Se destacó la divinidad de Cristo, lo que llevó a que la gente se sintiera menos digna de acercarse al Señor, así que, menos gente se acercaba a recibir la comunión.
En las iglesias grandes, el énfasis de que la misa es un sacrificio, el sentimiento cada vez mayor de que los laicos eran espectadores del drama que se desarrollaba en el altar, todo esto llevó a que se creyera que la consagración era la parte principal de la misa.

El énfasis no era tanto en recibir a Jesús en la comunión sino en ver y adorar al Señor en la eucaristía. Como eran muy pocos los laicos que recibían la comunión, una porción pequeña y redonda (nombrada hostia, del latín “víctima sacrificial”) sustituyó a la barra del pan.
El Cuarto Concilio Laterano (1215) impuso la ley que exigía que los católicos recibieran la comunión por lo menos una vez al año y, por otro lado, se originaron las prácticas que se enfocaban en la devoción eucarística.
Santísimo sacramento y renovación
La devoción al santísimo sacramento siguió floreciendo, aunque la gente recibía la comunión raras veces, hasta que en 1910 el Papa Pío X permitió que los niños entre 6 y 7 años recibieran la comunión, y animó a que todos los fieles recibieran la comunión frecuentemente.
A partir de 1840 surgió en distintos lugares de Europa la inquietud de renovar la Liturgia, lo que lentamente se hizo patrimonio común.

El documento clave del Vaticano II, la Constitución de la Sagrada Liturgia (1963), fue el punto más sobresaliente del movimiento de la reforma.
Eso llevó a la renovación de todos los sacramentos. Lo que trajo múltiples cambios:
– Celebramos la misa en español.
– La liturgia de la Palabra tiene mayor importancia. Este énfasis ha ayudado a que los católicos descubran las sagradas escrituras.
– Ahora el altar está de frente a la gente. Esto invita a un mejor entendimiento de lo que está pasando en la eucaristía.
– La misa de hoy incluye la Oración de los Fieles, que es un vínculo entre la devoción eucarística y la Iglesia universal, el mundo y los que están sufriendo en la comunidad.
– La participación activa de la congregación es un aspecto importante de la liturgia después del Vaticano II. Antes, era muy común hablar de “ir a misa.” Hoy, decimos “celebrar la eucaristía”.
– El rito actual permite recibir la comunión como pan y vino.
– Los laicos pueden servir en muchos de los ministerios litúrgicos como, por ejemplo: lectores, ministros eucarísticos, miembros del coro y portadores de las ofrendas.
El Vaticano II quiso, así, hacer de la eucaristía una celebración de la comunidad entera.
A modo de conclusión
Poco a poco, con el tiempo la comunidad eclesial ha desarrollado distintas maneras de relacionarse con la Eucaristía: desde las primeras celebradas los días domingo en las casas, hasta nuestras celebraciones eucarísticas celebradas en templos y capillas.
En los primeros tiempos el acento estaba puesto en el compartir el pan y el vino, más bien como cena comunitaria lo que, por distintas razones, ha derivado en la centralidad del sacrificio de Cristo, desde el comer al mirar la Eucaristía.
Me parece importante que pensemos como hacer y vivir una síntesis de estos aspectos, un equilibrio que nos permita conservar el sentido originario con los “desarrollos” posteriores.
También, creo que, en nuestras comunidades, podría ser más sencillo y frecuente comulgar con el pan y el vino, por todo lo que esto significa.
Lamentablemente poco se habla y poco se bebe del vino de la Vida.
Plácido Ferracinni – Encargado Vicarial de Formación
“Caminemos, juntos nos formamos”


Fuentes: