Desde la experiencia de Novena Navideña Vicarial 2020 compartimos la respuesta esta pregunta que respondemos desde el corazón como Iglesia de Aysén; como pueblo de Dios que peregrina en la Patagonia en este tiempo de Adviento.
Celebramos la esperanza, en tiempos de PANDEMIA y de incertidumbre sanitaria; celebramos tiempos de nuevos aires en nuestro país para que la acción social, política y comunitaria esté guiada por la esperanza liberadora del mensaje de Cristo.
Celebramos la vida y los bienes comunes como el agua que nos permiten vivir y desarrollar todas las actividades cotidianas; las montañas que observan con paciencia nuestra ciudad, los “ríos vivos y libres” que debemos seguir defendiendo para construir “ciudades vivas y libres”; la vida de los hijos e hijas que vendrán, porque en nuestras manos está la posibilidad de dejarles una región, un país y un mundo en paz con justicia social y ambiental.
Celebramos la experiencia de fe y la tradición que recuerdan el nacimiento, la vida y sacrificio de Jesús como ejemplo y referente para la búsqueda de un nuevo camino para la humanidad. Desde su niñez, Jesús recorrió varias ciudades. Su familia huyó desplazada por las condiciones de persecución y violencia a las que se vio sometida su tierra. El censo ordenado por Herodes, pretendía controlar el nacimiento de niños que pudieran cumplir la profecía que prometía el advenimiento del Mesías que liberaría al pueblo judío de la opresión a la que estaba sometido. Sin embargo, Jesús llegó para cumplir la promesa de liberación marcando la historia de la humanidad con su ejemplo, testimonio de dignidad, amor y compromiso, llevando por campos y ciudades las buenas noticias de salvación, la propuesta de una sociedad justa e igualitaria y la defensa de los derechos de toda la humanidad.
Celebramos la búsqueda y compromiso que surge de la fraternidad y la amistad social a la que nos está impulsando el Papa Francisco en su nueva encíclica Fratelli Tutti, “Hermanos, todos”.
Celebramos justamente el querer ser hermanos y hermanas todos para “vivir una vida con sabor a Evangelio. A vivir a un amor que vaya más allá de las barreras de la geografía y del espacio.”
Celebramos poder “reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite” al estilo del Buen Samaritano. “Porque incluir o excluir al herido al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos” nos precisa y anima el Papa Francisco en la última encíclica Fratelli Tutti, “Hermanos, todos”.