Supe de Teresa de los Andes al poco tiempo de mi llegada a Chile, en el año 1991.
En un folleto, conocí algunos datos de su vida: nació en Santiago en el 1900, bautizada como Juana, parte de una familia acomodada, los Fernández Solar.
Juanita accedió a una formación escolar, cosa poco común para las mujeres en la época.
Momentos significativos
El centro de Chile fue el escenario de un terremoto muy destructivo en el 1906. En su diario Juanita, al poco tiempo después, escribe que “fue cuando Jesús principió a tomar mi corazón para sí” (Diario, n. 3, p. 26).
Otro momento significativo aconteció a los 10 años al acceder a la Eucaristía.
Juanita vive la vida en la familia, el colegio, las amigas, los inquilinos con quienes compartía sus vacaciones, y a quienes catequizó y ayudó.
Juanita vive las etapas de niña y adolescente de su grupo social, de inicio del siglo pasado, destacando por su alegría, simpatía, práctica deportes. Irradia simpatía siendo, a la vez, como las amigas. Sin embargo, con un dejo de liderazgo positivo.
Es notable su equilibrio psíquico y espiritual que encuentra en el cultivo de espacios de tiempo importantes dedicados a la oración personal y comunitaria.

Vocación
A los 14 años percibe el llamado a vivir el Bautismo de una manera especial en la vida contemplativa, atraída por la espiritualidad carmelita siguiendo las huellas de Teresa de Ávila.
Tuvo que esperar hasta el 7 de mayo de 1919, cuando ingresa al monasterio carmelitadel Espíritu Santo en el pueblo de Los Andes, a los pies de la columna vertebral de América del Sur.
El 14 de octubre de ese mismo año vistió el hábito de carmelita, iniciando así su noviciado con el nombre de Teresa de Jesús. Presentía desde mucho antes que moriría joven.
Dada las precarias condiciones sanitarias se enferma gravemente de tifus; y en los primeros días de abril de 1920 hace su profesión religiosa, aunque ha vivido solo la mitad del tiempo del noviciado.
Cuando no había cumplido 20 años de edad, muere al atardecer del 12 de abril 1920.

Santidad
Con una vida sin grandes acontecimientos exteriores, Juanita dejó las comodidades y la seguridad de pertenecer a un reducido núcleo de personas acomodadas para vivir en una pequeña comunidad, de un pequeño pueblo a los pies de Los Andes.
¿Por qué, entonces Juanita-Teresa ha cobrado notoriedad recorriendo el camino del reconocimiento público de lo que llamamos santidad, llegando a los peldaños más importantes al ser reconocida como bienaventurada en Santiago de Chile, el día 3 de abril de 1987, y luego propuesta a las cristianas y cristianos del mundo como ejemplo a seguir en el discipulado de Cristo, el 21 de marzo 1993, en ambas ocasiones, proclamada por el Papa Juan Pablo II?
Tal vez, por su capacidad de vivir cristianamente en un ambiente en el que hubiera podido encerrarse en el lujo y sus consecuencias. Por otro lado, la decisión de profundizar su relación con Cristo en el pequeño monasterio de Los Andes buscando al Amado, junto a sus hermanas de comunidad.
En su diario que no llega a las cien páginas, surge la personalidad de Juanita -Teresa mosaico de temores, deseos, límites; debilidades de la niña, la adolescente, el asomarse de la mujer y de la novicia.
La invitación es buscar respuestas entre sus palabras, conscientes de tener en cuenta la cultura y la manera de escribir de su época.
El 13 de julio, aniversario de su nacimiento terrenal, la recordaremos como una joven chilena que tomó en serio los compromisos que sus padres asumieron por ella, el día de su Bautismo y que Juanita – Teresa llevó hasta su muerte.
Plácido Ferracini – encargado vicarial de formación