El valor del agua es mucho más que un tema económico: el agua tiene un valor inmenso y complejo para la cultura, la salud, la economía, etc., y evidentemente, para las tradiciones religiosas y espirituales. A nivel planetario reconocemos este vital elemento cada 22 de marzo.
El agua es un elemento esencial para la vida y tiene cierta connotación sagrada. Los nueve primeros meses de nuestra existencia transcurren inmersos en el agua, dos terceras partes del cuerpo humano son agua, necesitamos el agua para satisfacer la sed, para lavarnos y refrescarnos, para preparar los alimentos, etc.
El agua es algo sagrado que nos regala la naturaleza, sin agua no es posible la vida. Para el pensamiento antiguo, el agua era uno de los cuatro elementos constitutivos de la realidad cósmica: aire, agua, tierra y fuego. El agua es parte principal y fundamento vital en todas las culturas y todas las religiones. En la cultura oriental el agua se considera materia prima: “Todo es agua”, dicen los textos hindúes. El agua limpia y purifica el cuerpo, lo que le da un estatus simbólico e incluso sagrado en algunos casos y la convierte en elemento clave en diversos cultos y ceremonias religiosas.
Prácticamente todas las religiones tienen un uso del agua en sentido ritual. El agua pertenece al patrimonio simbólico de todas las culturas y religiones. En todo el planeta el ser humano proyecta sobre el agua la realización de sus esperanzas y temores, la promesa de la vida y la amenaza de la muerte. El agua carga todo esto; sequías e inundaciones son señales de la dificultad de controlar el poder de agua. El agua espiritual nunca es neutra y pasiva. Se considera que esta agua tiene el poder y la capacidad de transformar el mundo, redimir los pecados y santificar. El agua elimina la contaminación y purifica tanto en sentido físico como simbólico. El agua es una sustancia viva y espiritual, que actúa como mediadora entre los seres humanos y los dioses.
A menudo, el agua es percibida en las religiones como un Dios, una diosa o una entidad divina. Los ríos, la lluvia, los estanques, los lagos, los glaciares, las granizadas o la nieve son algunas de las formas que puede adoptar el agua al interpretarse e incorporarse a las esferas culturales, religiosas y espirituales. En la mayoría de las religiones el agua como don sagrado tiene un significado de purificación, renovación, liberación, fertilidad y abundancia. El elemento del agua está presente, santificando, sacralizando, interiorizando credos y culturas ancestrales. Desde las grandes religiones orientales, que ven en el agua el origen de todo lo que existe, pasando por las religiones naturales de tipo cosmobiológico, donde el agua es transmisora y expresión de vida, hasta el Islam que considera el agua que cae del cielo como símbolo divino y el mismo hombre ha sido creado de una figura fluyente, y también hasta la tradición bíblica donde el agua es criatura y don de Dios y, al mismo tiempo, se encuentra presente en toda la creación como elemento constituyente de vida. Como puede verse, las diferentes religiones y espiritualidades han hecho y hacen un uso abundante del agua con interpretaciones y aplicaciones bastante similares en torno al doble significado de la muerte y la vida. A menudo, el agua representa la frontera entre este mundo y el más allá.
En el cristianismo el agua, por ejemplo, es indisociable del bautismo; en el hinduismo el agua tiene una connotación de purificación espiritual, por ejemplo en los baños sagrados en el río Ganges; en el judaísmo la limpieza ritual con el agua permite restaurar o conservar un estado de pureza, por ejemplo en el uso del Mikve (baño ritual); en el islam el agua tiene una función purificadora, por ejemplo con las abluciones antes de las oraciones diarias; en el budismo el agua se utiliza en los funerales, vertiendo agua en un recipiente delante de los monjes y el cuerpo del difunto hasta que desborda recitando “como las lluvias llenan los ríos y fluyen hacia el océano, de la misma manera alcance lo entregado al difunto”.
El agua es necesaria e imprescindible para la vida, y muchas tradiciones culturales, religiosas y espirituales rezan y hacen rituales para la venida de lluvia cuando hay períodos largos de sequía: por ejemplo, en el cristianismo se hacen procesiones con imágenes de santos y oraciones, o rogativas pro pluvia; en el hinduismo existe un ritual al dios Indra (dios de la atmósfera y el cielo visible); desde el antiguo Egipto y en religiones indígenas del continente americano se realiza el ritual de la danza de la lluvia; y en el islam existe una oración concreta para pedir la venida de la lluvia la oración (salât) del istisqâ’, que se lleva a cabo a primera hora de la mañana y fuera de la mezquita para pedir a Dios que envíe la lluvia .
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